domingo, 4 de septiembre de 2011

Lo llaman soledad




Silencio. Sumergirte, envolverte, aislarte y naufragar en un mar de pensamientos que no conducen sino a la desesperación y al conflicto interno. 
Desplazado, asfixiante sensación que se funde con las ansias de aislamiento. Penetrante y complaciente angustia que acrecienta la magnética atracción que ejerce el aislamiento. 
Una sombra perdida en la oscuridad, una oscuridad que te seduce y penetra en ti.
Pasos sin rumbo fijo. Huellas que quedarán en el olvido, sepultadas por el inexorable paso del tiempo. Vacío infinito. Lágrimas que, derramadas en él, rompen al colisionar con el desguarnecido camino que tu solitario llanto recorre con gran estruendo empañando el enmudecido ambiente imperante.
Cabizbajo y pensativo, te desprendes de tu cuerpo, reflexionas, miras en tu interior. Paciente, escuchas ... nada, tan sólo los ecos producidos por el desamparo y la incomprensión en tu vacío interior.
La suave brisa, el susurro del viento, raíces que brotan, nubes que se desplanzan ... el silencio en sí, rompían el armonioso sosiego que rebosaba en aquella lúgubre atmósfera.
Me figuro que, cuando el eco de tu interior es lo único capaz de concluir con el agradable murmullo del silencio, es entonces, cuando sin temor a equivocarme, puedo afirmar que eso es lo que llaman soledad.


Me apetecía escribir algo breve (quizás me quedó más corto de lo que tenía en mente) y ahí tienen. No me convence y no termina de gustarme, pero tampoco me parece algo excesivamente vomitivo.
Un saludo!