martes, 21 de junio de 2011

Noche de graduación



Como lo prometido es deuda, os dejo con un relato que escribí hace casi un año, con el cual gané un concurso en este foro. Es corto y simple, demasiado, pero me podréis culpar de haberos mantenidos entretenidos durante un par de minutos de vuestra vida. Aquí os va:


Daba vueltas en la cama, los nervios del día anterior a la graduación no pasan desapercibidos para nadie. Miro el despertador, si me durmiese ahora podría descansar durante seis horas, que buena falta me harán. Era una noche tormentosa, y extrañado me dediqué a seguir el hilo de mis pensamientos sin prestar atención a nada. Me dolía el cuello. Cambié de postura. Ahora, de cara a la pared, noto como el sueño se va apoderando de mí y poco a poco me sumerjo en él … pero el tacto cálido de una brisa suave y placentera en la nuca me sacó de mi estado de trance. ¿Eso que acabo de notar es un cálido aliento? Se me erizaron los bellos del brazo cuando caí en la cuenta de que a las tres de la mañana mi familia no se daba el lujo de venir a saludarme a mi habitación, aterrado me di la vuelta bruscamente esperando encontrarme con algo aterrador. Nada. Eso fue lo que percibí con mis ojos ya acostumbrados a esa oscuridad, absolutamente nada. Estaba solo. Preocupado miré el reloj, absorto en mis pensamientos había pasado el tiempo casi volando, tenía que dormir ya o mañana no llegaría en condiciones a mi graduación. Ya boca abajo en la cama apreté fuertemente los ojos e intentaba mantener mi mente en blanco, y una vez más, cuando el sueño me invadía y poco faltaba para introducirme en el mundo de los sueños, un tacto gélido en los pies me devolvió a mi realidad. Me incorporé bruscamente en la cama y de nuevo, culpando a mi imaginación de ello, pude comprobar que estaba solo en aquella habitación. Volví la cabeza hacia atrás y de nuevo giré la cabeza para ver cuanto tiempo me quedaba, pero para mi sorpresa, ahora, cerca de la mesita de noche, a menos de medio metro de mí, distinguía una sombra. Pero … para mi sorpresa, sonreía, exhibía una mueca triunfal propia de alguien que ha alcanzado su objetivo. El terror me invadió. Fue inevitable, grité. Incorporándome de un salto felino alcancé el interruptor y sin titubeo alguno acerté a encender la luz. Allí estaba, solo, en aquella habitación a la que mis padres llamaban pocilga, y a la que yo, muy orgulloso, mi hogar. Miré hacia donde vislumbré la sombra. ‘’Vaya, con que era eso’’, me dije. A poco más de medio metro de mi cama estaba la montaña de ropa sucia del día anterior, eso debió ser la sombra negra, y la sonrisa … sería un efecto óptico del brillar de la cremallera. Sí, seguro era eso, no había por que temer nada.
Pasaban los minutos, pero por mucho que intentaba auto convencerme, no lo lograba. Decidí salir y beber un vaso de agua, con todo esto se me había quedado reseca la boca. Salí al pasillo y oí roncar a mis padres …, perfecto, no se han despertado con el grito, no quiero comentarles lo cobarde que es su hijo de dieciocho años.
Bebí hasta que no pude más, y como consecuencia fue inevitable un viaje al baño. Me lavé las manos, pero estaba tan alucinado que decidí acabar con mis paranoias y acerqué la cara al grifo para lavarme la cara y despejarme. Alcancé la toalla a ciegas y me sequé la cara. Me incorporé, y lo que mis ojos vieron en ese cristal fue algo peor incluso que la muerte en sí. Esos ojos asesinos me observaban por el cristal, exhibiendo esa estúpida mueca de triunfo fatal. Me di la vuelta convencido de que no me quedaba otra, debía enfrentar a la muerte cara a cara. De nuevo, nada. Miré al espejo, la mueca triunfante también había desaparecido. No pude soportarlo más. Estaba atemorizado. Gritando y suplicando ayuda a mis padres corrí hacia su habitación, me lancé a la cama como un crío que busca protección, pero … estaba vacía. ¿Se habrían levantado con los gritos y habrían salido? No podía esperar más para saberlo, encendí la luz. Quisiera Dios que no hubiera tomado esa decisión … pero era demasiado tarde. De la lámpara, colgadas del techo, pude ver como las cabezas decapitadas de aquellos que me dieron la vida chocaban entre sí y goteaban tintándolo todo de un rojo oscuro terrorífico. No podía ser, tenía que salir de aquella casa, me di la vuelta para abrir la puerta y salir a todo correr a la calle, donde me sentiría parcialmente seguro, pero no tuve oportunidad. Al voltearme pude ver a ese rostro asesino, ahora con cuerpo físico, sonreír desde el umbral de la puerta, alzando ante sí el cuchillo verdugo de dos de las personas que más amaba. Corrí hacia un rincón y me hice un ovillo, rezaba porque fuese rápido y que acabase cuanto antes esa pesadilla. Ya notaba ese fétido aliento acosándome y el frío acero abalanzarse sobre mí cuando …
-         ¡Hijo, despierta. O llegarás tarde a tu graduación!
Desperté sobresaltado, sudando, estaba todo empapado. Alcé la vista y pude ver a mis padres en el umbral de la puerta de mi habitación sonriendo ambos, y orgullosos de su hijo, que al fin se graduaba. Corrí a abrazarlos entre inexplicables lágrimas.
-         Anda cariño, desayuna algo.
Desayuné. Y a continuación fui a lavarme los dientes, miré al espejo, esa estúpida mueca de triunfo aun era visible en aquel espejo, sólo que ahora se dibujaba en mi rostro.

Bueno, no cuento con que haya deleitado a alguien con eso, pero me apetecía compartirlo.
Mañana pondré algo fresco y nuevo, en lugar de este relato escrito hace meses.
Un saludo.

1 comentario:

  1. Me ha gustado en especial este relato. No pensé que fuera a ser un sueño. Aún así me puso los pelos de punta. Transmites muy bien la sensación de angsutia.

    Y hablando de sueños, tengo un blog que también va sobre eso, aparte de otras cosas. espero tu comentario ;)

    http://www.eltrotacuentos.blgospot.com

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